miércoles, 16 de febrero de 2011

TODO LATIDO TRAE UN PULSÓMETRO

Y así es todo lo que late trae un sinfín de buenos y no tan buenos resurgires, como la miel al atardecer, manjar de dioses complacientes, que sino es recogida a su momento exacto se vuelve manjar de incomprendidos y dudosos.
En la fuerza de nuestro convicción para hacer las tareas que acometen nuestro día a día, surgen caídas, desdichas, lágrimas, es en ese momento cuando nuestro coraje y determinación de ser duros e inamovibles como un cráter, que solo sucumbe a la arrogancia de su despiadada madre incitadora de calamidades justificadas unas veces y merecidas en otras, rompe a decir "-soy más inteligente y más recia que tú, nunca puedes ni podrás conmigo y con mi ser, jamás"- e la mentalidad de que nada y nadie nos hace flaquear y arrodillarnos y aún así nos podemos rodear de corazones adheridos a luchar contra corriente.
En todo momento ser claros con lo que somos y por lo que guerreamos y llevar a quien nos desafía a nuestro terreno símil del ratón que huye de la pragmática rapaz y al subir a lo más ondanado del agreste ciprés, descubre su oculto corazón y en un relampageante movimiento, abre sus extremidades y las extensibles  y de color miedo acongogan y nutren de desdicha y temor a la confiada y mermada ave.
Todo corazón herido tiende a recuperarse y convertirse en piedra inamovible, solo cuando nosotros queramos levantarla, es ahí cuando somos dueños feudales y reyes absolutistas de nuestra  dicha y camino.
Siempre se está donde tienes que reafirmar la llamada del latido, siempre y nunca bajar la guardia.
G. para C.

                              La mirada del destino, lleva una senda que se puede replantear.
                            
                                                               La  foto es de Zena Holloway