domingo, 26 de diciembre de 2010

ELLAS

Llegan de manera fortuita. Se alojan y las dejamos venir. Se aglutinan de manera desafiante y las dejamos entrar.
La foto es de A. Adams

Se presentan  ante nosotros  y sabemos que nos dejan una ilusión, una virtud, una sorpresa. En cada rincón y en cada suspiro, te llenan de alegría y en agreste  polución, terribles gritos.
Cuentan al pasar cada centímetro de la tierra que infectan. La llenan de  vida y no adormecen  de sucumbirla de inocuas transpiraciones. Son un lamento que en tu sentido se jacta. Son una brisa que enorgullece la bastedad. Son una sonrisa que promete auyentar las quejas. Con su rocío y su lamento, con su furia  y elocuencia, caminan y se tornan amigas y sensatas, enemigos y  crueles. Su magia despierta  y la paz  oscurece. Posee el don de dar y quitar, el anhelo de crear y corromper, la dicha del deseo y la infecundidad. Son el cambio y la perpetuidad. La madre grita  y ellas responden, la madre pregunta y ellos lloran.