Me enraizé al observar esos misterios sustentos que mi corazón presentía. Fue verla y sucumbir, pensarlo y romper, no pensar y distraer.
Jamás he sentido unos ojos tan perdidos , con aroma a jazmín marchito, una expresión de azabache efímero. Su expresión me dejo helado, al igual que un árbol que impotente se ve perjurar en cuanta vida pierde, cuantas almas se refugian en su fortaleza, cuantos suspiros adormecería, cuantos lazos vería atar y romper en el paso de los tiempos, ecuánime momento en que el vil, acerado y maléfico metal acaba con tan bello ser.
La foto es de Peré Ibañez
Ha sido verla en una ocasión, solo sentir su extrema tristeza, aturdida, notablemente perdida, en esos ojos se desmelena toda cordura. Sentí las puertas del Aqueronte bañar mi momento de duda, al petrificar mi cuerpo. ¿como es posible albergar tanta tristeza en una mirada que es capaz de secar las piedras y atormentar la bastedad poseidónica?