martes, 2 de noviembre de 2010

                                                 La foto es de Julia Margaret Cameron






No, no es la triste y melancólica fusión que el momento, la dicha, con una cucharada intensa del destino, agolpa cada suspiro que profanamos. Soledad es el sol, la esperanza más ufana que se pudiese susurrar. Tan natural que el aire que expira se vuelve marfil, sus ojos miran y endulzan el salado azul, como dos abejas pululando al vaivén de la fragancia del laborioso néctar, que tras el brazo cegante del primer rayo, las transforma en puro metal, preciado y enriquecedor. Soledad es la caricia de un natal renacer, la consonancia de sus palabras, es un viento de mar, una brisa que agolpa cada significado de la pasión, el orden del sentir, de la vida por vivir. El frondoso remanso de su mirar, reflejo de un martín en la mansa, tierna y reflejante calma del lago serpenteante, que preludio de certeza aletea hacia la puesa de un latir.
Soledad es cuanto late, Soledad es cuanto sonrie, el más puro deseo que eternamente aflora y sonroja la existencia.